lunes, 8 de noviembre de 2010

Presbítero Ovidio Duarte: “La Iglesia tiene que ir con nuestros tiempos”



Padre Ovidio en la Iglesia San Antonio María Claret,
donde es párroco.

Es un  sacerdote poco común y con una mística particular, pero por sobre soto, es conocido por su autenticidad y calidad humana.




   

        Muchos se preguntan por qué los carros se atiborran de tal manera en la intersección de la 3G con Doctor Portillo, allí donde está la Iglesia San Antonio María Claret. Son las siete de la mañana y no hay donde estacionar en una cuadra a la redonda. Tras llegar al recinto, luego de cruzar las puertas de vidrio, al final de la única nave que conforma esta iglesia un tanto minimalista, termina su homilía el padre Ovidio; a un costado tiene una pantalla de plasma donde se especifica el momento de la misa y se repasan las lecturas, al otro extremo está el coro esperando la entrada del ofertorio. Se escuchan, de pronto, risas; alguno de la feligresía dice: “Este padre Ovidio, siempre con sus ejemplos tan oportunos, actuales y con esa pizca de humor”.
Para Felipe Gutiérrez, feligrés de la Iglesia el Claret, este cura sale de lo común, es inevitable sentir empatía con él; asegura que no sabe si es porque siempre tiene los pies muy en la tierra y se le siente como un buen amigo que da muy buenos consejos, más que como un sacerdote. “Así lo sienten muchos, hay familias completas que lo han seguido por años a cada una de las iglesias donde ha sido párroco".
            Tras terminar el oficio, ya sentados en la sacristía, pero luego de arreglar con el más riguroso protocolo y delicadeza su casulla y demás vestiduras, inicia su casi soliloquio. Su don de lenguas y apropiada retórica son evidentes, sin embargo, destaca su calor humano.
            El padre Ovidio, ya tiene seis años como párroco de la Iglesia San Antonio María Claret, pero ha dirigido varias parroquias en la ciudad de Maracaibo, teniendo un récord intachable en su recorrido, logrando contar con los más fieles seguidores y colaboradores en sus ya 29 años de ordenado como presbítero.

La vocación vino de a poco
Nacido en Maracaibo un cinco de enero de 1956, a un cuarto de hora del día de Reyes, el primogénito de seis hermanos de la prole Duarte Torres confiesa que tuvo una niñez muy normal. Vivía por aquellos años en Valera, población de los Andes venezolanos, por ocupaciones laborales de su padre, también de nombre Ovidio. Como todos los niños le gustaba salir a jugar fútbol, pasear en bicicleta, andar con los primos cuando se podía y hacer tremenduras. Su niñez fue abundante en todos los sentidos, asevera: “En amor, en premios, en regaños también, porque cometía errores como todos, aunque sí puedo decir que sentí la responsabilidad de ser el mayor”.
Su madre, María Auxiliadora Torres de Duarte, confiesa que con la mayor ilusión le ofreció a la virgen de Coromoto, en una visita a Valera, que por favor le diera un hijo hermoso, pero que primero fuera hijo suyo, porque ella sabía que la virgen lo iba a cuidar más, lo iba a proteger. Pero no fue así que Ovidito, como le dicen en la intimidad familiar, descubrió su vocación. Por el contrario, más allá de esta confidencia, su madre afirma que quedó sorprendida cuando un padre del pueblo le dijo que luego de hacer una encuesta a los niños de la zona, para ver quién quería ser sacerdote en el futuro, y fue su hijo el único que respondió que él sería. El padre Ovidio admitiría que con tan sólo 11 años, lo que le atraía del sacerdocio era una profunda admiración por el padre del poblado, por su investidura, por las cosas de la Iglesia; que su vocación fue un hacerse y construirse de a poco, fue un búsqueda prolongada por entender lo que Dios le proponía. De allí en adelante, culminó sus estudios en diversos seminarios, comenzando por el de Trujillo, el más cercano al hogar familiar. Su madre confidencia que sintió dolor por la separación, pero sobre todo cuando la hicieron regresar con dos maletas de ropa, dejando a su hijo en el seminario con sólo 4 pantalones, 6 camisas y 6 interiores, a sabiendas de que esa vida era de mayor austeridad y sacrificio.
Pero Ovidito nunca dudó, terminó su bachillerato en el Seminario Mayor de Caracas y aunque su madre lo instó a estudiar Derecho en la Universidad de Carabobo, después de un año, él le aseguró que no veía al profesor en clase, sino al sacerdote oficiando. Como una epifanía divina, su madre no pudo negarse a apoyar en adelante al mayor de sus hijos en esta aventura que, sin lugar dudas, más que un desafío ha representado un orgullo para toda la familia.
Fue vicario cooperador en la Basílica, primera misión luego de ordenarse, de allí pasa a la parroquia Caridad del Cobre, para volver a la Basílica, pero rápidamente pasa a la pequeña iglesia de Gallo Verde. Vislumbrando el talento para las comunicaciones, monseñor Roa Pérez, para aquellos años arzobispo de la Diócesis local, y el conocido padre Ocando, patrocinan sus estudios en Roma en el área de las comunicaciones. Su permanencia en Italia fue determinante, le permitió explorar en el ámbito de las comunicaciones, pero le dio chance para vivir una de sus más valiosas experiencias, la de estar cerca del Papa Juan Pablo II, de quien conserva los recuerdos más increíbles.
La autenticidad: su gran virtud
Uno de sus hermanos, Omer Duarte, sin vacilaciones dice: “Ovidito es el que es, siempre ha sido así, muy auténtico y ésa es su fortaleza”, en respuesta a lo mucho que llama la atención este sacerdote con gran poder de convocatoria, quien no escatima a la hora de hablar con claridad y criterio de actualidad y de temas polémicos de la sociedad contemporánea, pues asume que en su profesión el conocimiento y la investigación son factores importantes.
Omer asegura que Ovidito es un sacerdote entregado a su vocación. “La gente lo quiere porque siempre está allí para quien lo necesite, para todos, eso es lo que muchos dicen en su feligresía”.   
Pero no ha dejado de ser un hombre de familia, de su casa, hijo, hermano, tío y sobrino, y aunque es aficionado al tradicional sancocho de carnero de herencia materna, de su estancia en Italia le quedó una fascinación por la pasta y es de los protagonistas de las reuniones familiares preparando exquisitas salsas; al respecto su mamá agrega, en medio de risas: “Lo único es que deja la cocina hecha un desastre”.
Este cura poco tradicional, durante algún tiempo, fue aficionado a las carreras de carros, corrían los últimos años de los 80, momentos en los que en Maracaibo se escuchaban los famosos piques; más de uno quedó atónito tras ver bajar de un automóvil de velocidad a un hombre con sotana, y aunque no fueron los rezos de monseñor Roa Pérez y los de su madre los que lo sacaron definitivamente de su devoción sobre ruedas, sí fue el haber satisfecho un etapa en su vida, según ha indicado.
Es de los que disfruta una buena gaita y la música de Frank Quintero, de la radio sigue programas criollos como los de Joe González y Danilo Bautista.
Se ha confesado pecador, porque considera le falta ser perseverante en aquellas cosas que no ve con claridad. “Faltar con las cosas pequeñas, es en buena parte una de las grandes dificultades que se nos presentan día a día. Dios depositó su gracia, su sacerdocio en este hombre con defectos y virtudes”, agrega.
Un cura tecnologizado
Es conocido por ser el precursor de un serie de misioneros de la Iglesia altamente tecnologizados, actualizados y muy involucrados con los cambios de esta era. El padre Ovidio teniendo estudios en comunicaciones y siendo locutor hace un uso extraordinario de las nuevas tecnologías.
“Claro, yo creo que la Iglesia tiene que ir con el tiempo. Solemos salir de los cánones, por eso he sido criticado por algunos, pero considero que debemos aprovechar los recursos y darles ese toque de lo que es de Dios. Si Dios creó al hombre y vio que era bueno para producir, por qué no aprovechar también las cosas de la Micromedia para mejorar”. En este sentido, hace caso omiso a comentarios malsanos; por el contrario, es un asiduo usuario de las redes sociales y comenta que ha logrado mayor interacción con la gente dentro y fuera del país, con su feligresía, entre otros.  Recibe a diario más de 25 comentarios al enviar el evangelio del día a través de su cuenta de Facebook y tiene innumerables seguidores de su twitter @padrecito56.
No duda al decir que los medios son esenciales en la labor evangelizadora y para ello se apoya en la frase de Juan XXIII que cita recurrentemente: “Tenemos que aprender a descifrar los signos de Dios”.Para el padre es necesario que la Iglesia sea capaz de saber interpretar los signos de estos tiempos, para poder actualizar el evangelio, más allá de su carácter atemporal.
La labor social es parte de su trabajo y ello se lo toma en serio, la gente puede descubrir que es capaz de hacer las cosas mejor, ello ha sido visible en iniciativas como la de la Laguna de Sinamaica, donde el padre y sus colabores han sido indispensables en el renacer de una parroquia de carentes recursos.
Advierte que no se involucra en la política, aunque ha sido convocado, buscado y tentado, pero asegura que la mejor política es la del evangelio y es ésa la que sigue al pie de la letra.
“Yo estaré donde me ponga Dios, sea cual sea el lugar, tratando siempre de hacer lo mejor que se pueda”. Es que Ovidito le resta mucho a lo espacial y material, sencillamente se rinde a la voluntad de Dios.

Audio Entrevista Padre Ovidio Duarte